A punto de terminar el año 2021, es un buen momento para reconsiderar el argumento de que las criptomonedas siguen siendo una clase de activos de riesgo. Después de todo, el riesgo de las criptomonedas ayuda a determinar cómo invertir activos en 2022.
Para muchos operadores la venta masiva de marzo de 2020 es todavía un recuerdo, ya sea de gran dolor o alegría. Bitcoin y ether, así como casi todas las criptomonedas, cayeron en picada como si hubiesen estado encadenadas a la caída de la renta variable y los rendimientos de los bonos en aquel momento.
Fue en esa circunstancia cuando empezamos a escuchar el argumento de que las criptomonedas son una apuesta de riesgo, lo que significa que funcionan bien cuando los inversores se sienten aventureros y mal cuando se ponen nerviosos.
Es posible que sea una apuesta de riesgo, ya que es una apuesta sobre el futuro de las finanzas. Si el dinero se va a trasladar a la cadena de bloques, poseer el dinero de la cadena de bloques es una forma razonable de jugar.
Por supuesto, aquí es donde uno introduce un gráfico obvio: uno que muestre una pila de correlaciones.
La línea negra muestra la correlación entre bitcoin y el S&P 500, el índice que representa el mercado bursátil estadounidense. Si la renta variable es, en general, una apuesta de riesgo (en comparación con la renta fija), cabría suponer que bitcoin tendría una alta correlación con el índice o, al menos, se movería en esa dirección.
Pero no, no es así. En su punto más alto, hace dos meses, el coeficiente de correlación a 90 días entre bitcoin y el S&P 500 alcanzó un máximo de alrededor de 0,31. Eso es bastante poco. En su punto más bajo de 2021, en junio, el coeficiente era de -0,04, lo que significa que estadísticamente no había ninguna relación entre los precios de las acciones estadounidenses y bitcoin.
Entonces, también aparece una línea roja que muestra la correlación de bitcoin con el oro. Dada su limitada oferta, de 21 millones de monedas, bitcoin debería servir como cobertura contra la inflación en un mundo en el que la Reserva Federal y el gobierno de los Estados Unidos piensan en nuevas formas de inundar el mercado.
Tampoco sobre eso hay algo que decir. La correlación a 90 días entre bitcoin y el oro alcanzó su máximo de 2021 a principios de enero, también de 0,30. Desde entonces, ha estado flotando alrededor de la línea 0. Su punto más bajo fue -0,18 en agosto, y ahora está en un mísero 0,07. El oro y bitcoin no cotizan juntos.
Exasperado, uno lanza una última línea: la correlación de bitcoin con los bonos, representada por el fondo cotizado (ETF, por sus siglas en inglés) de bonos del Tesoro estadounidense a más de 20 años iShares (TLT, en amarillo). Si la criptomoneda no cotiza con las acciones o el oro, seguramente estará ajustada a los bonos, ¿no? No es así. En comparación con los demás, esa línea se pega al 0 como el actor Seth Rogen se pega a los malos guiones. Eso también es válido para las materias primas (representadas en verde por el iShares S&P GSCI Commodity-Indexed Trust).
Hay varias razones por las que bitcoin no se correlaciona con estos grandes activos macro. Una parte tiene que ver con su propuesta de valor. Otra puede deberse a que los mercados de criptomonedas están todavía en su fase inicial y, por lo tanto, son empujados por un puñado de grandes actores, tanto si la gente quiere reconocerlo como si no.
La ventaja para un gestor de carteras es que las bajas correlaciones con otras clases de activos hacen que las criptomonedas sean algo que, al menos, debe tenerse en cuenta en una cartera para impulsar la diversificación.
La desventaja es que las criptomonedas que no son estables —incluso la más “segura”, bitcoin— son terriblemente volátiles.
Volatilidad de bitcoin y activos macro
Aún así, persiste la percepción de que bitcoin está correlacionado con otros activos de riesgo o con el oro, pero lo que ocurra en los próximos dos trimestres pondrá a prueba esa tesis, según Chen Li, director general de la firma de riesgo Youbit Capital. Espera que los activos de riesgo caigan a medida que los tipos de interés suban con la reducción del programa de compra de bonos por parte de la Reserva Federal (los rendimientos de los bonos suben cuando los precios de los bonos caen, lo cual está previsto ya que el banco central estadounidense no estará tan presente en el mercado para comprar como antes).
“Vamos a ver si bitcoin puede aguantar la presión”, dijo Li al programa First Mover de CoinDesk el jueves.
Donde Li ve que se rompen las correlaciones no es entre los activos macro y, por ejemplo, bitcoin, sino entre bitcoin y otras criptomonedas.
Entre bitcoin y ether el coeficiente de correlación a 90 días se sitúa en un altísimo 0,80, a pesar de que ether superó la rentabilidad de bitcoin en 2021, al igual que muchas otras criptomonedas.
Sin embargo, los coeficientes de correlación son algo menores para los tokens nativos de los competidores de Ethereum. Li sostiene que esas correlaciones caerán también a medida que otras plataformas de contratos inteligentes tengan una mayor adopción. Y hay un factor más que contribuye, uno que puede no ser tan intuitivo: el modo en que esos activos se negocian.
“En los exchanges centralizados y dexes [descentralizados] estamos viendo más volúmenes en los pares de stablecoins que en los pares de BTC o Ethereum”, dijo Li. “Debido a que los tokens alternativos se negocian contra stablecoins, la correlación entre Ethereum [o] bitcoin bajó”.
Si una criptomoneda se cotiza principalmente contra otra criptomoneda como bitcoin, simplemente se moverán juntas, dijo Li. Las operaciones contra stablecoins, que suelen estar vinculadas al dólar estadounidense, rompen la conexión de esas monedas con las de bitcoin y ether, añadió.
Tal vez, entonces, 2022 sea el año en que las altcoins pierdan más correlación con bitcoin, el cual, a su vez, no tiene correlación con los activos macro. En ese caso, podremos ver un mundo en el que los gestores de carteras tradicionales tendrán que, como mínimo, prestar atención a las altcoins para tener una cartera diversificada.